martes, 30 de abril de 2013

1 DE MAYO: ARTE Y CONVULSIÓN SOCIAL


Cartel  soviético dirigido a las "masas proletarias"

Tras el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, no faltaron pintores convencidos de que la "lucha de clases" y la espiral de violencia creciente que se vivía en las sociedades de la pasada centuria eran temas que merecían un  tratamiento artístico. El cine ya había dado un paso adelante con las películas propagandísticas de Eisenstein, al servicio del padrecito Stalin, quien  recompensó la abnegación del cineasta censurando varias de sus películas y poniéndole en la lista negra. Pero los pintores podían invocar a precursores de la talla de un Brueghel o de un  Goya, para defender el papel del artista como testigo de su tiempo, más atento a cómo son las cosas en la realidad , que a cómo deberían de ser (realismo "plebeyo" frente a idealismo "aristocrático").





"Combate en la calle" (1927) por Otto Dix. Destruido en 1954

Alemania fue uno de los países que vivió con más virulencia los riesgos de la bolchevización.Tras el colapso de la Gran Guerra y la ruina económica subsiguiente, la nación vivió en un estado de guerra civil que empieza con la revolución de Noviembre (el motín de Kiel, 1918) y en la que los excombatientes van a tener un  papel destacado en uno y otro bando. Por una parte el comunismo se organiza en una especie de consejos  a la manera de los soviets y crean la Liga Espartaquista, con el objetivo de implantar la dictadura del proletariado. Por el otro, las fuerzas burguesas (socialdemócratas incluidos) ven sus intereses amenazados y el ejército y los nacionalistas consideran esta maniobra un intento de satelización de Alemania por parte de la Unión Soviética. El conflicto se prolongará hasta que los Freikorps (cuerpos francos compuestos por excombatientes) acuden al llamamiento del ministro de Defensa,  y aplastan a los espartaquistas en 1919 para "restablecer el orden".Esta intervención hizo posible, entre otras cosas, la implantación de la República de Weimar poco tiempo después.
 "Combate en la calle" de Otto Dix (1891-1969) describe con extrema crudeza un episodio de aquel conflicto, presentando a sus antiguos compañeros de armas como un disciplinado pelotón de máquinas sin alma (como los soldados napoleónicos del 3 de Mayo de Goya) que dispara a discreción sobre una turba heterogénea, donde hay ancianos, mujeres y niños.Algunos individuos responden con fuego a la represión de los Freikorp,  pero ese revoltijo caótico que se retuerce, se desangra y vocifera lo presenta aquí Dix despojado  de cualquier rastro de dignidad humana ( a diferencia de aquel patriota español de la blusa blanca que extiende sus brazos, con gesto desafiante, en el lienzo de Goya). La deshumanización está aquí presente tanto en los "verdugos" como en las "víctimas", y al igual que en tantas otras obras de Otto Dix, aparece como  el resultado de la Era de la Técnica que va arrollando todo a su paso a partir de la Primera Guerra Mundial.


"El Bolchevique" (1920) por Boris Kustodiev

En la URSS el arte del primer periodo revolucionario presenta obras interesantes, aun cuando los gustos de Lenin en esta materia se puedan  considerar como conservadores. El comisario Lunacharski  toleró hasta cierto punto a los artistas de vanguardia constructivistas y suprematistas , porque contribuían a dar un estilismo novedoso al nuevo Estado (aunque cuando a Malevich se le ocurrió lo  del "cuadrado blanco sobre fondo blanco" la cosa se salió de madre), y sobre todo se dio un gran impulso a los carteles de propaganda. Algunos pintores rusos veteranos de valía, como Boris Kustodiev se pusieron al servicio de la revolución.
Más tarde, Stalin impuso el llamado "realismo socialista", representado por pintores como Isaak Brodsky,  Deineka y otros de menor categoría, que poco tenían de "realistas" porque a lo que se dedicaron fue a crear la falsa imagen de un "edén socialista" y a ensalzar la figura del gran Josef.


Recepción de representantes del Ejército alemán en la Plaza Roja el 1º de mayo de 1941

 Dix comentaba la realidad desde una posición que simpatizaba con la izquierda de su tiempo, pero  rechazando la rigidez dogmática y la militancia política. Muy distinta fue la actitud de Diego Rivera (1886-1957), muy comprometido con la ideología comunista, ya fuera en su vertiente leninista o trotskista, y convertido en pintor oficial de la Revolución Mexicana, que se veía a sí misma como la hermana mayor y precursora de la soviética. Y ello a pesar de que Rivera supo como nadie  mantenerse al margen de las luchas y convulsiones que desangraron su pais (en los momentos críticos se encontraba siempre en Europa o en los Estados Unidos). Es verdad que luego se vio envuelto, a su pesar, en el asunto de Trotstky, en cuyo asesinato estuvo implicado Siqueiros, otro pintor mexicano de estricta observancia estalinista.



Detalle de "El hombre en el cruce..." (1934)  de Diego Rivera en el Palacio de Bellas Artes de México

A pesar de su papel de "artista revolucionario",  Rivera no rechazó la oferta de pintar un mural para el Centro Rockefeller de Nueva York en 1933, al que puso el rimbombante y algo cursi título (siguiendo la mejor tradición comunista) de "El hombre en el cruce mira con esperanza y firmeza la elección de un futuro mejor". El muralismo mexicano estaba por entonces de moda (más tarde sería imitado por los artistas del F.A.P. , del New Deal roosveltiano, y con menos gracia por otros movimientos "revolucionarios" como el régimen castrista en Cuba, gran patrocinador de los letreros). Finalmente, el mural fue destruido por haber tenido Rivera la osadía de incluir un retrato de Lenin en la composición, así que en 1934 volvió a pintar este mismo tema en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, con algunas modificaciones. Aquí vemos un detalle, en el que vemos como se las gastaba la policía estadounidense a caballo cargando contra una manifestación de parados durante los disturbios de la crisis del 29.(Me recuerda mucho a la Represión del Bonus Army de 1932, llevada a cabo por los que luego serían "grandes héroes americanos" de la Segunda Guerra Mundial: Mac Arthur, Eisenhower y Patton)

Detalle de "La lucha de clases" (1933) de Diego Rivera en el Palacio Nacional de México

En la parte de arriba vemos otro detalle correspondiente a la "Historia de México", que pintó para el Palacio Nacional un año antes, la escena que tituló "La lucha de clases". De nuevo vemos las fuerzas sociales en violento conflicto, al fondo arde la Ciudad de México y la policía armada  emplea bombas de humo contra los manifestantes (y llevan esas máscaras antigás que los deshumanizan). Aunque la masa anónima bulle por todas partes, aquí sí distinguimos personajes individualizados, como el agitador que arrastra a sus camaradas a la lucha, y retratos de los líderes del movimiento obrero, con el Profeta-Marx a la cabeza. Hay que reconocer a Rivera no sólo su indudable calidad artística (no en balde aprendió mucho de los maestros del Quattrocento) sino su coraje, como otros mexicanos, al describir sin ambages la violencia revolucionaria, muy lejos del estilo beatífico y relamido de los pintores de la URSS o de la China maoista.



"Herrin Massacre" por Paul Cadmus (1940)

 Damos término a esta entrada comentando otro episodio del conflicto social que tuvo como escenario los Estados Unidos, y que sirvió a Paul Cadmus (1904-1999) para pintar este cuadro, a requerimiento de la revista Life  en 1940. El célebre magazine del fotoperiodismo se propuso glosar  los momentos más significativos de la historia americana posterior a 1915, y para ello designó  a 16 artistas para que los ilustraran, entre ellos a Cadmus. Este artista, que pertenecía a la corriente del realismo social americano (como G. Bellows) y con un estilo académico cercano al de los ilustradores de Life (Norman Rockwell), más tarde se caracterizó por su tendencia a "perder aceite" y a recrearse en retratar musculosos marineritos al más puro estilo Fassbinder. Pero este cuadro nos interesa porque refleja con gran acidez un tema a menudo "invisible", incluso "tabú", pero lamentablemente muy real, como es el de la violencia de unos trabajadores contra otros trabajadores.
 El episodio tuvo lugar en la población minera de Herrin (Illinois) en junio de 1922, a raíz de una disputa laboral. Algunos miembros del sindicato minero se tomaron la revancha al modo de los gangsters de Chicago y masacraron a más de una veintena de "esquiroles" de un modo tan salvaje que conmocionó a la opinión pública americana de la época. En la representación aparecen los cadáveres apelotonados de los "mártires" en un cementerio de la localidad, y hay una lápida manchada de sangre en la que se ve el símbolo cristiano del cordero sacrificial.
Esta imagen no llegó a publicarse  en su día en la revista Life por temor a las represalias que pudieran tomar las organizaciones obreras americanas que, como es cosa sabida, por aquel entonces estaban en gran parte controladas por la maffia.















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